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En ediciones anteriores de esta columna hemos hablado de sintetizadores que en su momento fueron fracasos comerciales o poco deseados por el público (Realistic MG-1 y TB-303), pero hoy le llega el turno al sintetizador de mayor éxito comercial de la historia, que a pesar de ser uno de los primeros teclados digitales, considerados casi siempre inferiores a sus contrapartes analógicas, fue una completa revolución en su momento: el Yamaha DX7.

Entre finales de los 70 y principios de los 80s, los sintetizadores se habían apoderado de la música pop ayudados por el éxito de artistas como Emerson, Lake and Palmer, Gary Neuman, Kraftwerk, ABBA, Maddona, The Cars y Michael Jackson, que basaban su sonido en los ya inmensamente populares Moogs, Oberheims, ARPs y otros sintetizadores.

Paralelamente, en la universidad de Stanford un ingeniero de nombre John Chowning haría un asombroso descubrimiento mientras experimentaba con un modulador de ondas FM, las que se usaban para las transmisiones de radio. En la Síntesis de FM, una onda “portadora” de una frecuencia prefijada, es modificada por otra onda “moduladora” (en el caso de la radio es mensaje o música que se transmite). Como la frecuencia de la onda portadora es conocida, un radio puede descodificar ese mensaje y reproducirlo (es la razón por la cual cada emisora tiene una frecuencia, ésta se corresponde con la de la onda portadora).

Chowning tuvo una idea genial, bajó la frecuencia de ambas ondas al rango que puede percibir el oído humano (aproximadamente de 20 a 20.000 Hz) y ocurrió algo maravilloso: empezaron a sonar armónicos complejos que no existían en ninguna de las ondas originales y que además sonaban extraordinariamente hermosos y musicales. En sus propias palabras:

“Mi entrenamiento musical fue clave en mi descubrimiento, no se trató de un descubrimiento matemático o de ingeniería, sino de oído (…) Mientras aumentaba la frecuencia pensé, lo que estoy escuchando es un tono complejo que parece estar hecho de armónicos (…) mi siguiente instinto fue ver si este fenómeno se transponía, lo intenté a 440 Hz y a 880 Hz y funcionaba, fue cuando me dí cuenta que algo importante estaba ocurriendo”

Y vaya si era importante, tonos de gran complejidad armónica como el sonido de los instrumentos de viento y percusión, que habían sido imposibles de reproducir con la síntesis analógica tradicional, eran fácilmente logrados con síntesis de FM con tan solo dos o tres osciladores.

Llama Yamaha.

A mediados de los 70s, las noticias sobre el nuevo descubrimiento llegan a la corporación Yamaha, donde despierta muchísimo interés, ya que se trataba de una manera sumamente económica en términos de proceso y componentes, de lograr sonidos altamente complejos. Luego de largas negociaciones, la universidad de Stanford le otorgaría en 1974 una licencia exclusiva a Yamaha (la cual le reportó a la universidad ganancias de más de 20 millones de dólares), que incluía la colaboración del mismo Chowning, con quien la compañía trabajaría durante 5 años para convertir la incipiente forma de síntesis en una línea de instrumentos musicales, que se retrasaría luego un par de años más por la decisión de última hora de incluir otra tecnología emergente que lo combaría todo: el protocolo MIDI.

En 1983 se lanza finalmente el DX7, junto a sus hermanos el DX5 y DX9, los primeros sintetizadores totalmente digitales dirigidos al público. La gente enloqueció, volaban de los almacenes, las listas de espera por nuevas unidades se extendían por meses. Incluso músicos altamente reconocidos no pudieron obtener su DX7 hasta mediados de 1984.

¿Qué hizo al DX7 tan solicitado? En primer lugar, tenía avances tecnológicos sumamente apetecibles en su momento. Al ser digital se mantenía siempre perfectamente afinado, fue uno de los primeros teclados en tener memoria, permitía no solo guardar, sino tener en tus manos en un segundo 32 sonidos diferentes con solo pisar un botón. Además la interfase MIDI, aunque pobremente implementada, permitía compartir esos sonidos con otros usuarios, además de almacenarlos y modificarlos usando computadores personales (Atari Amiga, Apple II y hasta Comodore 64). Por otro lado, el DX7 se adentró en un área que ningún analógico se atrevía a pisar: imitaba bastante bien algunos instrumentos “reales”. El sonido Rhodes y las campanas tubulares eran casi indistinguibles de sus contrapartes físicas, mientras que otros sonidos como cuerdas, pianos y bajos eran lo bastante cercanos como para pasar por verdaderos, sobre todo si se mezclaban. Sumado a todo lo anterior, costaba apenas $1.400, casi la cuarta parte de cualquier otro teclado del mercado con prestaciones comparables.

Para los estudios musicales y compositores de comerciales se convirtió en el mejor aliado. En vez de pagar por músicos de sesión que debían aprenderse las partes, grabar sin errores y ser recompensados monetariamente, podían contratar a un buen tecladista y grabar las secciones de cuerdas y viento y el piano en pocas horas. Más aún, el protocolo MIDI permitía a un compositor escribir y reproducir las partes sin tener la capacidad real de ejecutarlas. En años posteriores, incluso llegó a haber protestas de sindicatos de músicos temerosos de que la tecnología los dejara sin trabajo para siempre.

Sin embargo no todo era sencillo con un DX7, la síntesis de FM es legendariamente difícil de programar por sus controles contra intuitivos. Los primeros manuales de programación de FM tenían el tamaño de varias biblias y solían venir con un juego de discos de acetato que servían como ejemplo. Pero Yamaha había incluido con el teclado un conjunto de 3 cartuchos ROM, cada uno con 32 sonidos, lo que junto a los 32 pre programados daba un impresionante (para la época) total de 128 sonidos, listos para ser usados o modificados, por lo cual en muchísimos discos de los 80s escucharás básicamente los presets programados de fábrica por Yamaha, que afortunadamente resultaron ser bastante buenos.

Presente y futuro, digitalizando lo Digital.

Cuando el boom de los synths de la serie DX disminuyó finalmente a principios de los 90s, la síntesis FM con sus bajos costos de producción encontró un segundo hogar. Yamaha licenció sus chips OLP2 y OLP3 (versiones simplificadas de los usados en los DX7, DX5 y DX9) a compañías de hardware de computación para la producción de las primeras tarjetas de sonido como Sound Blaster, AdLib y algunas cónsolas como el SEGA Saturn. Si fuiste gamer a principios de los 90s, seguramente muchas de las melodías de tus videojuegos favoritos fueron generadas por síntesis de FM.

Hoy en día son miles los músicos que siguen utilizando el DX7 o algunos de sus hermanos menores, pero muchos más usan las versiones digitales de los mismos. Native Instruments tiene el plugin FM7, que no sólo se trata de una reproducción casi exacta del DX7, sino que también trae reproducciones de todos los presets del mismo, La nueva versión FM8 deriva un poco de patrón original y añade síntesis sustractiva y granular.

Si quieren empezar a experimentar en el profundo, absorbente y casi ilimitado mundo de la síntesis de FM, pueden empezar por el plugin gratuito DEXED, que es una reproducción sumamente fiel del DX7 original, tanto que incluso puedes cargarle programas de DX7 vía sysex y tiene versiones para Windows y Mac. Si quieres jugar con FM mientras estás en una cola, tus opciones son: TF7 si usas Apple IOS  y mi favorito por sencillo, ligero y libre de latencia, el Common FM Synth Oxxxide para Android

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